
Después de poderse ver en Bermeo y Bilbao la exposición "argazki baso" llega a Cruces, donde se podrá disfrutar por primera vez al completo, y acompañada de los textos originales.

Dos fotografos implicados en la conservacion de la naturaleza, mostrando mediante exposiciones fotograficas el valor de nuestro patrimonio natural. Javier Alonso Torre y Jon Maeso Carreño
Es invierno y el bosque caducifolio parece muerto. La poca fauna existente está sumida en un profundo y largo sueño. Rafagas de viento atraviesan violentamente las ramas desnudas del arbolado rompiendo el silencio. La niebla circula velozmente y tal como viene, se va, lo que da lugar a un ambiente misterioso e intranquilo.
Aferrados a la vida, los árboles clavan sus raices en la tierra, ejerciendo de tenazas naturales, sujetando el suelo con fuerza.
A mayor altitud, las coníferas soportan la adversidad del duro clima alpino. Cuando cesa la fuerte ventisca se descubren siluetas fantasmagóricas en las cercanías del Gorbea.
El hielo crea escalones con formas caprichosas que inspiran a cualquier artista. Una hoja transportada por el viento queda atrapada y adjudico este motivo para componer una nueva imagen.
El hayedo de Eguiriñao es el más mas alto de la zona del Gorbea. Sus formas no son naturales. Es fruto de una antigua práctica de poda denominada trasmocheo; un antiguo método de aprovechamiento forestal relacionado con el carboneo. Tras el abandono de esta labor, este paisaje tiene los años contados pues los ejemplares son vencidos por el peso excesivo de la parte aerea, que el pequeño tronco base no puede soportar. Las zonas espuestas al viento son las mas vulnerables.
Las primeras flores del bosque son tempranas. Se apresuran antes de que salgan las hojas del frondoso hayedo y estas les priven de luz. Este suceso ocurre en el mes de febrero, siendo el mas vistoso despues del crudo invierno. El suelo de este robledal se cubre de narcisos creando un paisaje espectacular. Estos desaparecerán de la vista en menos de un mes quedando a expensas del sustento del bulbo; una buena despensa con nutrientes y humedad para pasar la mayor parte del año bajo tierra.
El diente de perro (Arctostaphyllos dens-canis) aporta otro toque de color y, a pesar de su pequeño tamaño, tambien causa admiración.
Las yemas de las hayas explotan a finales de Abril sacando a la luz sus nuevas hojas. Este árbol es el más perezoso, y más aún los ejemplares que se encuentran a mayor altitud.
Las hojas harán de paneles solares captando la máxima cantidad de luz y transformándola en energía para realizar la fotosíntesis. Así el árbol pegara un estironcillo otro año más, ¡otro nuevo anillo en el tronco!
Las primeras luces del día le dan un aspecto mágico al bosque. La sinfonía de cantos primaverales de los pequeños pajarillos como el carbonero, herrerillo y petirrojo interrumpen el silencio crepuscular.
La temperatura va ascendiendo y la humedad del suelo se va evaporando, lo que crea una ligera neblina que es atravesada por los rayos del sol. De esta forma se generan proyecciones que penetran hasta el interior del hayedo, creando un ambiente mágico.
Cuando muere un árbol, el tronco cae inevitablemente. Está muerto, pero genera una gran cantidad de vida. En él habitan infinidad de especies tanto vegetales; líquenes, musgos, helechos, plantas y ¡hasta arboles!, como animales (insectos descomponedores, lirones, ardillas, martas y garduñas, aves, etc.) manteniendo cierta armonía. Se podría definir como un mini ecosistema.
Un pequeño ser destaca en el suelo, sus vivos colores indican precaución pues está protegido por una buena defensa; los flujos irritantes que segregan sus glándulas. La salamandra detesta el sol directo y la humedad es imprescindible para lubricar su sensible piel. Por eso vive enterrada entre el musgo y la hojarasca saliendo solamente en los días de niebla y en las noches húmedas. Solo acude a las charcas cada primavera para sacar a la luz sus larvas ya eclosionadas.
Incluso en la época estival, los ríos fluyen formando un ecosistema permanente para todas las especies animales y vegetales que en él habitan. Tras esta cascada está escondido el nido del mirlo acuático, allí se encuentra a salvo de los depredadores. Es una ave curiosa porque parece que físicamente no está adaptado al medio acuático pero los pollos aprenden a nadar antes que a volar y el 100% de su alimento lo extrae del interior del agua, como por ejemplo unas larvas llamadas tricótelos que no toleran la contaminación.
Nuestra vista percibe un mayor número de tonalidades y se respira un aire fresco, es el comienzo del otoño.
Los colores de esta hoja tan singular destacan entre la parda hojarasca. La agalla foliar creada por un insecto para depositar sus huevos, ha provocado una deformidad pigmentaria y es la causante de esta peculiar creación.
Los árboles son capaces de crecer en cualquier parte, hasta en la misma roca y, aún así, mostrarnos todo su esplendor.
El olmo, a punto de desaparecer en años anteriores azotado por la enfermedad de la grafiosis, hoy en día exhibe orgulloso su intenso color otoñal.
Los ríos y las cascadas son parte del bosque, actuando como arterias de vida, tanto pata plantas como para animales.
En el otoño, el bosque caducifolio, como si fuera una paleta de pintor, despliega un abanico de matices y colores.
De los arboles no solamente caen hojas, también frutos como las castañas que servirán de sustento invernal para muchos mamíferos.
A este árbol caído le invade el musgo dándole un aspecto aterciopelado. A medida de que avance el tiempo infinidad de especies le irán complementando su atuendo vivaz.
Una esbelta cascada junto con un haya vestida de otoño, crean un idílico paisaje en un rincón escondido del Gorbea. Quizás este majestuoso árbol sea un testigo mudo de la existencia de las Lamias.
De nuevo el bosque se queda desnudo. Sin hojas, sin nieve, sin luz y aparentemente sin vida, pero después de meses de observación sabemos que no es cierto. Hay más vida de lo que cualquier persona ajena a él pueda imaginar. Pero está latente, y la experiencia nos dice que dentro de unos meses vuelve a emerger de nuevo, en la primavera, bonita estación, símbolo de esperanza.
Hasta entonces muchos árboles resistirán la adversidad del clima que les castiga durante meses en las altas cotas de los montes como el Aldamín, el más cercano al Gorbea.